Nueva campaña de micromecenazgo para desarrollar un sistema sencillo de muestreo en las áreas urbanas.

Las ciudades son la principal fuente de producción de los más de 24 trillones de microplásticos que flotan en los océanos de todo el mundo, y se estima que las zonas urbanas pueden llegar a acumular más de 700 partículas de microplásticos por metro cuadrado en el día. No obstante, la ausencia de estudios concretos no permite conocer con exactitud la presencia de estos contaminantes al medio urbano a causa de la dificultad práctica y el coste de muestrear, identificar y cuantificar estas sustancias.

Con el objetivo de ofrecer información detallada sobre la presencia de estas micropartículas en las ciudades, científicos del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universitat Autònoma de Barcelona (ICTA-UAB) y del Instituto Cartográfico y Geológico de Cataluña (ICGC) han puesto en marcha el proyecto Plasticker. Gracias al impulso del Parque de Investigación UAB a través de su 12.º Programa de Generación de Ideas, quieren diseñar un método sencillo y económico de muestreo: una pegatina 100% biodegradable que, al colocarse sobre las superficies urbanas, como por ejemplo aceras, mobiliario urbano o parques infantiles, atrapa las partículas que se depositan. De este modo, y mediante el análisis de estas muestras en el laboratorio, será posible conocer la tipología y la cantidad de microplásticos presentes en las ciudades.

Origen

“Aunque la mayoría de los microplásticos llega al medio marino a través de los ríos, su origen se encuentra en las áreas urbanas, que es donde se concentra la actividad humana”, recuerda Michaël Grelaud, investigador del ICTA-UAB, que explica que cada habitante libera directa o indirectamente en el medio unos 2,5 kg de microplásticos por año. Estos microplásticos proceden principalmente de la abrasión de los neumáticos (50,5%) y de las carreteras (9,4%), seguido de los pelets de plástico (7,4%), el transporte y tratamiento de residuos (6,8%), la abrasión de superficies deportivas (5,3%), la construcción, el desgaste de las suelas de los zapatos, los envases de plásticos, la pintura de las carreteras o la fricción de los textiles a las lavadoras.

Así mismo, la exposición constante a esta polución supone un riesgo potencial para la salud de las personas. “Los microplásticos pueden llegar al cuerpo humano por inhalación, ingestión o por contacto con la piel. Varios estudios científicos han demostrado que pueden causar impactos graves a la salud humana como, por ejemplo, estrés físico, reacciones inlamatorias o alteraciones en las respuestas inmunitarias”, explica Andrea Vidal Durà, actualmente técnica de suelos del ICGC.

Para los investigadores conocer el origen y las concentraciones de microplásticos a nuestros entornos cotidianos es esencial en la toma de decisiones sobre como afrontar este problema de contaminación que tiene efectos directos en la salud de las personas y los ecosistemas. Por eso, el desarrollo de la metodología Plasticker es un paso adelante para reducir esta contaminación, y crear ciudades y espacios más sostenibles y libras de microplásticos. “El objetivo es que las ciudades se conviertan en espacios donde podamos tocar, respirar y comer sin exponernos en esta polución invisible” explica Grelaud.

Para poder desarrollar esta iniciativa, la UAB ha puesto en marcha la campaña de micromecenazgo “Plasticker: el rastreador urbano de microplásticos”, a través de la cual pretende conseguir 10.000 euros para el desarrollo de los materiales y la metodología, así como para el inicio del muestreo y la fase de análisis posterior al laboratorio.

Web la campaña “Plasticker: el rastreador urbano de microplásticos” https://micromecenatge.uab.cat/microplasticsensuperficies